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El sector de la alimentación representa el 3% del PIB del país. SUR
Una nueva industria cultural

Una nueva industria cultural

La gastronomía es ya mucho más que un subsector de la industria de la alimentación que aspira a parecerse a las artes

Benjamín lana

Málaga

Sábado, 10 de noviembre 2018, 17:21

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El sector de la alimentación es uno de los más importantes de nuestro país. Su volumen de negocio sigue creciendo cada año y está ya cerca de los cien mil millones de euros, según los datos de la Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas, lo que equivale nada más y nada menos que al 3% del PIB del país. La gastronomía es solo la crema de ese gran pastel. Supone una parte pequeña del volumen económico total, pero es la que genera un mayor valor para el resto por cuanto no solo concibe productos físicos, sino también de orden cultural y simbólico que permean en todos los demás. Dicho de otro modo, la alimentación es la madre y la culinaria, la hija mejor, la hija intelectual que ha conseguido que todo lo que ocurre a su alrededor logre una visibilidad como nunca antes en la historia.

Cuando el ser humano logró garantizar la subsistencia de la especie a fuerza de acumular conocimiento y pudo añadir a la actividad de producir y cocinar alimentos el placer, la sorpresa, la creatividad, la reflexión y la diferenciación cultural entre unos grupos humanos y otros se empezó a consolidar este fenómeno, hoy en esplendor, que en muchos de sus elementos –como su carácter artesanal y creativo–, se acabó acercando a finales del siglo XX más a algunas disciplinas artísticas, como a la música o al arte, que a la mera elaboración de productos comestibles.

En estos momentos la gastronomía es ya mucho más que un subsector de la industria de la alimentación que aspira a parecerse a las artes. Se ha cargado de atributos que la sitúan como una de las manifestaciones humanas más populares y características de este siglo XXI que, sin duda, estudiarán los sociólogos e historiadores del futuro, como lo fueron las vanguardias artísticas a finales del XIX o la música pop en la segunda mitad del XX.

La sencilla actividad artesana de cocinar con alguna aspiración culinaria ha mutado en un producto cultural y económico que mueve miles de millones de euros en un mercado por primera vez global además de local, en el que se miden y se influyen las diferentes culturas y países y en cuyo vértice se encuentran unos nuevos iconos llamados cocineros. Un mundo nuevo que ya no es 'underground', totalmente inmerso en el ecosistema digital que ha generado un abanico de productos que van mucho más allá del primigenio, la comida. Sucedáneos audiovisuales, más visuales que textuales cada vez, primero como sustitutos de la experiencia real –fotos de platos que acompañan a textos que describen y juzgan la experiencia de quien sí se los ha comido– y recientemente ya al margen de ella como meras imágenes bellas o impactantes en lo que ha venido a denominarse 'porno de la comida' o 'food-porn'.

Figuras mediáticas

Hemos devenido en una nueva industria cultural en toda regla que, debido al carácter 'blanco' de sus contenidos y a su capacidad de atraer a todos los públicos, sin límites de edad, sexo, nivel de instrucción social o económico, se ha convertido en un nuevo El Dorado para las televisiones, que han encontrado grandes públicos para cada tipo de formato que han desarrollado y, tras de ellos, una fuerte inversión publicitaria de las empresas del sector alimentario. Con la televisión y la popularidad se ha despertado el fenómeno fan, tan propio de la industria del espectáculo, convirtiendo en pocos años a algunos chefs en auténticas figuras mediáticas a la altura de los cantantes o los futbolistas, independientemente de la calidad de su trayectoria previa.

Los cocineros han dado el salto a la parte visible del iceberg social, como decíamos en un artículo anterior, pero no quiere esto decir que el nuevo entorno gastronómico gire solo a su alrededor o que sean ellos quien lo dirigen, ni siquiera que los restaurantes creativos se hayan convertido en negocios con crecimientos económicos exponenciales, a la altura del aumento del público potencial. Como ocurre con el cine de Hollywood o el mundo editorial, las grandes estrellas son imprescindibles para visibilizar el producto y movilizar a los públicos, lo cual ni quiere decir que la industria está exclusivamente en sus manos, ni tampoco que no existan figuras capaces de influir realmente en miles de personas –el ejemplo de José Andrés en Estados Unidos puede ser paradigmático–, y convertir proyectos solidarios y sociales en auténticos éxitos.

La cocina ha entrado en el siglo XXI mejor pertrechada que otras muchas disciplinas y sectores, más profesionalizada y adaptada al contexto digital, pero deberá caminar con cuidado si no quiere dejarse arrastrar por los males contemporáneos, como la inconsistencia y la frivolidad.

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